Lo verdaderamente alto, siempre está abajo. Creo que tiene que ver con la humildad. El humilde será ensalzado. El último será colocado el primero. Aquél que es verdaderamente grande no se hace notar.
Lo verdaderamente rápido, siempre va despacio. Por ir demasiado rápido normalmente cometemos errores innecesarios. «Las ruedas de molino divinas muelan despacio, pero muelan bien». Las cosas importantes tienen que ser bien meditadas antes de ponerlas en práctica. «Vísteme despacio, que tengo prisa».
Lo altamente sensible es entorpecido. Aquello que es muy sensible y delicado apenas es comprendido por la mayoría. Por ello, incluso con buenas intenciones, las palabras y los actos, al no ser comprendidos, son obstaculizados.
Lo altamente elocuente, es mudo. El poder del silencio. La voz del silencio. Por ejemplo, al interpretar una melodía lo más elocuente son precisamente los silencios, las pausas.
El flujo y el reflujo son una sola marea. La unidad en la multiplicidad. Los polos opuestos son en realidad una única cosa. Inhalar y exhalar forman la respiración. Todo va y viene en la Manifestación Universal.
Quien no tiene guía, tiene el mejor guía. Si te dejas guiar por maestros externos a ti mismo, en sus contradicciones, todo te resultará confuso y, finalmente, te precipitarás junto con ellos en el abismo. Tu eres tu propio y mejor maestro, es decir, la Divinidad que se encuentra presente en tu centro.
El más grande es siempre el más pequeño. Repito que tiene que ver con la humildad.
Y todo lo tiene, quien todo lo suyo entrega. Es el misterio de la «medida desbordante», es decir, cuanto más das, más recibes para volver a entregar. «Recibirlo todo, darlo todo, para así poseerlo todo». La gota de agua que se entrega y se abandona por completo en el océano y, de esta forma, ella misma es el océano.