El corazón está siempre en estrecho contacto con la Mónada o Chispa Divina, siendo alguno de sus aspectos la Sabiduría y el Amor divinos. Por ello, en cualquier situación, el corazón sabe inmediatamente lo que hay que hacer.
Nuestra Chispa Divina, la Mónada, nos está dando siempre sabios consejos por medio de nuestro corazón.
Envía su mensaje de guía y de acción hacia el corazón, que instantáneamente lo retransmite al cerebro por medio del nervio neumogástrico, resultando así las “primeras impresiones”, los “impulsos intuitivos”, que son siempre buenos, porque emanan directamente de la fuente de la Sabiduría y del Amor divinos, es decir de la Chispa Divina o Mónada.
La ciencia ha descubierto que el corazón contiene un sistema nervioso independiente y bien desarrollado, con una enorme cantidad de neuronas y una compleja y tupida red de neurotransmisores, proteínas y células de apoyo. El campo electromagnético del corazón es 5.000 veces más intenso que el del cerebro, y se ha observado que cambia en función del estado emocional. Este campo magnético se extiende alrededor del cuerpo entre dos y cuatro metros, es decir, que todos los que nos rodean reciben la información energética contenida en nuestro corazón.
Al parecer, gracias a esos circuitos tan elaborados, el corazón puede aprender, recordar y percibir, tomando decisiones y pasando a la acción de forma independiente del cerebro.
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Cuando tenemos miedo, frustración, estrés, ira o desconfianza, el corazón se vuelve caótico y su frecuencia cardiaca es desordenada e incoherente.
Cuando tenemos emociones positivas y pensamientos positivos, elevados y generosos, el corazón se ordena y su frecuencia cardiaca es armoniosa, de ondas amplias y regulares.
Se dice que el amor presente en el corazón no es una emoción, sino un estado de consciencia inteligente.
El cerebro del corazón activa en el cerebro de la cabeza centros superiores de percepción completamente nuevos que interpretan la realidad sin apoyarse en experiencias pasadas. Es decir, al parecer, este nuevo circuito no pasa por la memoria, su conocimiento es inmediato, instantáneo, y por ello, tiene una percepción exacta de la realidad.
Ese circuito se activa cultivando las cualidades del corazón, tales como: la apertura hacia el prójimo, el saber escuchar, cultivar la paciencia, colaborar de forma desinteresada, aceptar y respetar lo diferente en los otros, la valentía, etc.
Por medio de la práctica de este nuevo comportamiento de vida, nos libramos del espíritu de separación y de los tres mecanismos primarios: el miedo, el deseo y el ansia de dominio. Estos mecanismos están súper anclados profundamente en nosotros, porque nos han servido para sobrevivir durante millones de años.
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Deberíamos aprender a confiar en la intuición en nuestro corazón. Cuando no sepamos qué hacer deberíamos preguntar a nuestro corazón.
Si fuéramos capaces de seguir los impulsos del corazón, es decir “el primer pensamiento”, haríamos posible rápidamente la fraternidad universal entre todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
Pero lamentablemente, después del buen consejo dado por la primera impresión que proviene de nuestra Chispa Divina, el cerebro, dominado todavía por nuestro ser inferior, comienza a razonar, a separar, a dividir, con el resultado de que, en la gran mayoría de los casos, domina al corazón. Y las consecuencias de este dominio ya las conocemos todos: la vida se ha convertido en un infierno.
¡Pongamos en práctica querer, pensar, sentir y actuar siguiendo los impulsos de nuestro corazón!
Y finalmente se hará en nosotros una realidad: la plena armonía entre nuestro corazón y nuestra cabeza.